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martes, 27 de diciembre de 2011

DIOS MÍO Y SEÑOR MÍO.

AQUÍ delante de tu Creación.
Con la suave y dulce brisa que acarician mis mejillas.
Frente a mí esa montaña cubierta de neblina.

Con sencillas y humildes florecillas que cubren la tierra,
¡heme aquí!

Nada se es, sabiendo nuestra fragilidad.
Nada somos por este efímero paso.
Sin embargo, ¡qué grandeza tu verdad en cada cosa
de lo que nos rodea!

Ese verdoso árbol que se levanta como una oración.
Lo que guarda la húmeda tierra después de la lluvia.
El pájaro que cruza el cielo en su bondad infinita.
La humilde y rastrera flor que nos habla del perfume y la belleza de Dios.

Quieta, quieta está la vida en lo simple y complejo de tu creación.
Hay que mirarlo con los ojos del alma.
Inclinar el ser como se inclinan las espigas frente al sol peinadas por
el viento.

Quisiera ser un espejo del charquito de agua,
donde te vea Señor.

Ser un minúsculo Sol atrapado en el rocío de una hoja.
Pero mis ojos se quedan pequeños y quisiera llorar.
Regar la tierra entre dádivas y silencios.

Y poder escribir un poema...
donde pudiera decirte lo que te amo SEÑOR.




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Rafael Deliso
27 / 12 / 2011

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